Glamorama
Jordi Castell en El Cubo. IMAGEN TOMADA DE PANTALLA / CHILEVISION

El crudo relato de Jordi Castell sobre las golpizas de su padrastro mientras su mamá miraba

Autor: A. Cantuarias / 11 septiembre, 2017

La madre de Jordi Castell miraba cuando su esposo, padrastro del fotógrafo, lo golpeaba cuando era un niño. Esta fue una de las duras confesiones de Castell en El Cubo sobre las agresiones físicas que recibió por parte del hombre durante un extenso período de su niñez.

El rostro de Maldita Moda ya había contado, en una entrevista en revista Cosas, estos abusos. Jordi tuvo una infancia golpeada. A los tres años su padre se fue y nunca más volvió. Su abuelo y tía materna fueron quienes más cariño y protección le entregaron.

Más tarde su madre se volvió a casar y el padrastro encerraba al niño de ohco años en una pieza y azotaba su cuerpo desnudo con un alargado, relató Castell en la revista. Ahora profundizó en El Cubo:

Diana Massis, periodista que hace las preguntas, a modo de voz en off, en el programa de Chilevisión: “¿Tienes cicatrices?”

Jordi Castell: “Sí, algunas por ahí. Pero como me le dijo mi prima la otra vez, por suerte son solo cicatrices físicas”

Massis: “¿Y en el alma qué?”

Castell: “No me acuerdo y quizás… Tengo tanto… Sí, yo sé que es un mecanismo de defensa, pero no soporto levantarle la voz a alguien, no soporto que alguien me levante la voz. No podría relacionarme en mi vida, en ninguno de mis tipos de relación, ya sea de afecto, de amor, de familia, no podría relacionarme desde la violencia”

Massis: “¿Podrías contarnos cómo te curabas después de las palizas? Esas que te dejaron marcas en las manos, no sé si en otras partes de tu cuerpo”

Castell: “Por suerte fueron solo en las manos y un par por ahí, chicas. Fíjate que siempre he tenido la sensación de que la gente que se relaciona desde la violencia creo que son de partida súper como… Discapacitados.

«Como gente que no sabe relacionarse, que no sabe comunicar, que no sabe defenderse, o que no sabe argumentar, o no sabe demostrar lo que siente. Y es gente súper infeliz. Yo no soy quién para venir juzgar a este señor, que es el papá de mis hermanos”

Massis: “¿Cómo te relacionabas con él? ¿Siempre era conflictivo?”

Castell: “Sí. Conflictivo es poco. Él siempre necesitó humillarme diaria y constantemente. Mucha violencia, mucha violencia física, mucha violencia verbal y sicológica ¡Mucha! A diario, siendo yo desde los nueve hasta los dieciséis…”

Massis: “Fueron muchos años Jordi, ¿qué te decía tu padrastro? ¿Cómo te humillaba verbalmente?”

Castell: “Voy a ocupar palabras diplomáticas, porque me da vergüenza decir garabatos, sobre todo porque estamos en televisión. Que yo iba a ser prácticamente un perdido, un bueno para nada, que iba a terminar viviendo bajo un puente, que iba a ser un degenerado.

«Porque en esa época yo veía el Festival de la Una y hay una parte, los que son de mi generación van a entender, donde se hacían coreografías y se doblaban canciones. Imagínate, aparecían todos como con géneros brillantes y bailaban al mediodía. Yo tenía once años y cada vez que él me veía viendo esto, ‘¡degenerao!’. Me da risa, me enternece, pobre, hablándole así a un niño de once años que tampoco es tu hijo. Pobre, que pena”

Massis: “Siempre tuviste amigos que te arroparon”

Castell: “Es que yo fui un niño muy… Ibamos a fiestas, bailábamos, hacía coreografías. Yo era muy…”

Massis: “Muy gay”

Castell: “Era muy gay, obvio. Siempre fui muy homosexual, de chico, de siempre”

Massis: “Pero eso no justifica nada de lo que hacía tu padrastro”

Castell: “No, no. Insisto, yo quiero irme para el lado positivo y me quiero ir para allá porque, imagínate que una vez hice una fiesta en la casa, año ’80”

Massis: “¿Estás justificando?”

Castell: “¡No! ¡Para nada! Al revés. Imagínate que la vez que hice una fiesta en mi casa, me vestí de punky, me pinté el pelo con tempera, me puse unos candados, porque para mí los punkys eran totales por el discurso que tenían en torno a la anarquía.

«Es verdad lo que dice (su amiga) la Chela. Yo fui muy abiertamente sensible, homosexual o directamente interesado en música, en moda, en estética. A él probablemente le chocaba profundamente esto y lo entiendo. No lo justifico ni nada, pero ahora como que lo miro para atrás y digo ‘claro’”

Massis: “Jordi, pero una cosa es tirarle una oreja a un niño, darle una palmada en el poto, y otra es lo que cuentas tú, que te hacía desnudar y que agarraba un alargador y te pegaba. Eso es casi tortura”

Castell: “O que me agarraba la patilla, me levantaba de la mesa del comedor y de la patilla me llevaba hasta la pieza y me tiraba de la pieza para adentro. Una vez me pegó con un palo”

Massis: “¿Con un palo?”

Castell: “Con un palo y no con un palo de escoba. ¿Qué estaba haciendo yo? No dejaba que mi hermana chica siguiera jugando con barro, era agosto, septiembre, todavía hacía frio.

«Mi hermana era guagua, tenía dos años ella, yo 14. Claro, mi hermana llorando y él ni siquiera me preguntó por qué estaba llorando mi hermana. Yo solo estaba sacando a mi hermana del barro porque era invierno y se podía resfríar.

«Insisto, creo que la gente que se relaciona desde la violencia es gente profundamente infeliz y no me da pena que él sea infeliz. Me he enterado que es un hombre que no ha tenido una vida tan estable o agradable”

Massis: “¿Cómo te pasó lo que tienes en la mano? Esa cicatriz que tienes en la mano, ¿cómo se produjo?”

Castell: “Tapándome cuando me azotaba con el alargador”

Massis: “¿Y tú que le decías a tu padrastro cuando te hacía eso?”

Castell: “No sé si recuerdo haber dicho algo, porque mientras ocurría todo esto mi mamá miraba, entonces… Te lo juro Diana, como que trato de recordar todo lo que me estás diciendo. No me acuerdo…”

Massis: “Jordi, pero recuerdas que tu mamá miraba”

Castell: “Sí, tengo imágenes de mi mamá mirando”

Massis: “¿Nunca te defendió?”

Castell: “No. La Arauquita me defendió siempre mucho, mi tía Uca”

Massis: “¿Pero te consolaba después?”

Castell: “¿Quién?

Massis: “Tu mamá”

Castell: “No”

Massis: “¿Que le pasaba a tu mamá Jordi?”

Castell: “Yo quisiera entender. Hasta el día de hoy trato como de… Porque obviamente trato de relacionarme desde el perdón, por salvarme, ojo, no quiero sonar egoísta. Pero creo que cuando te tocó una biografía áspera y te tocó gente que no construyó afectos contigo, no construyó valores contigo, pucha, uno tiene que hacerse cargo, y te juro por Dios que a mi mamá no la juzgo.

«Y le perdono todo, todo lo que hizo, todo lo que ha hecho se lo perdono, porque creo que uno no es quien para venir a apuntar con el dedo, y menos a una mujer que te dio la vida. Pero no sé qué fue lo que pasó siempre por la cabeza de mi mamá”

Massis: “¿Nunca lo hablaste con ella?”

Castell: “No”

Massis: “¿Por qué?”

Castell: “Porque quizás mi mamá no ha sido muy importante en mi vida”

Massis: “¿Te gustaría hablarlo ahora con ella?”

Castell: “No. Con todo lo que me gusta mi vida, con todo lo que me gusta el hombre en el que me convertí, que me costó harto, no podría juzgar a mi mamá. Ella me trajo. Quizás desde el miedo, desde querer construir una familia de nuevo cometió errores, permitió cosas que no debió haber permitido, o se calló cosas que debiera haber hablado, pero no la juzgo.

«Tampoco voy a hablar mal de ella nunca porque no puedo. Ella me parió, me trajo acá, no podría ser tan inconsecuente de venir a decir ‘mi mamá es responsable’. No, mi mamá era una pobre mujer que quería rehacer su vida, y claro, le tocó este orangután, y ella por otro lado súper indefensa. Toma en cuenta Diana que en esa época no habían terapias, el sicólogo era con suerte para gente trastornada”

Massis: “Y ella era víctima de violencia igual que tú”

Castell: “Sí” –MIRE AQUI EL VIDEO. PARTE 2-.