Glamorama
"Yerko Puchento" en una imagen de archivo de Vértigo. FOTO: EDUARDO ANGEL / GLAMORAMA

Sin cortes: La desatada rutina de «Yerko Puchento» festinando con la talla de Sebastián Piñera

Autor: C. Zúñiga / 23 junio, 2017

“Oye, ¡se pasó Piñera, weón! ¡Puta el chiste que contó! Pero por favor, ¡qué les está pasando a nuestros candidatos, por favor! –MIRE AQUI EL VIDEO– Yo no lo entiendo. Primero Kast se disfrazó de mujer. Después Ossandón se transformó en la nueva Luli. ¡Y ahora Piñera quiere que se lo enchufen a las mujeres! ¡No, de verdad! ¡Paren la weá! ¡Si el comediante aquí soy yo! Por favor… Miren, me están quitando la pega. ¿Acaso quiere que me ponga a manejar un Uber, como Bastián Bondenhofer? ¿Eso quieren? Un poco de respeto por mí.

“¡Se pasó Piñera, weón! ¡Se pasó! ¡Increíble! Volvieron las Piñericosas de un dos por tres. Inmediatamente nos habíamos olvidado que existía. En un acto en Linares, le contó unos chistes machistas a unas viejitas que estaban en el teatro. Mi mamá andaba webeando allá con esas otras dos viejas, weón. La pobrecita estuvo acostada toda la tarde boca abajo. ¡Toda la tarde acostada boca abajo! ¡Y no apareció ningún weón vivo!

“Pero voy a ser honesto. ¡Le están poniendo mucho color al chiste de Piñera! Además, todos sacando beneficios políticos de la cuestión. ¡Hasta cuándo! ‘No, está incentivando el abuso sexual’, ‘es un chiste que llama a violar mujeres’. ¡¿De qué están hablando?! Por favor. ¡Es un simple chiste! Fue fome, malo, sin gracia y desubicado, pero un chiste nomás. Guardemos las proporciones. Pero es bueno que les pase esto a ellos. Es muy bueno. Porque son los mismos que querían cerrar este canal, hace dos semanas atrás, por siete días, por encontrar fea a su vocera estrella. Sí, para que aprendan. ¡Ven! ¡Molesta la weaíta! ¡Molesta la weaíta!

“¡Yo he aprendido! Aprendí. Después de varios porrazos, aprendí. Pero como yo no soy rencoroso, Martín, y en el fondo soy bueno, Diana, le voy a hacer una clase de humor, para que no deje la cagá cada vez que habla ese weón. Para eso, necesito apoderarme del espíritu de Piñera. Por favor, pásenme la chaqueta. Necesito sentirme como Piñera (le pasan una chaqueta roja). Volvieron las chaquetas rojas. Ya le hice una clase a Ossandón. Ahora viene Piñera.

“Ya. Ahí está. ¿Cuál es mi cámara? (imita gestos de Piñera). Hola, Sebastián. A ti te hablo. Espérate, espérate. Parece perro e’ taxi la weá. Ya. ¡A ti te hablo, Sebastián Piñera! Los discursos no se preparan con el Condorito. No. ¡No le puedes pedir chistes a Checho Hirane! ¡Sebastián, por favor! No.

“Mira, Sebastián. Te voy a tutear. Te voy a hablar de comediante a comediante. El problema no es el chiste. El problema es dónde y cuándo contar el chiste. ¡Ese es el detalle y tení que aprenderlo, Sebastián! Por ejemplo, si el Papa viene a Chile, no le podí contar un chiste en doble sentido al Papa. No. Porque es el Papa. No podí empezar a hablarle del ‘cabeza de haba’, ‘el chino tuerto’. No. ¡No podí! No se puede. Tampoco le podí empezar a hablar chistes de curitas, del papanicolau. No.

“Sebastián, escúchame bien. Tampoco le puedes contar al Papa el chiste de los curitas que estaban en Plaza Italia. ¿Lo saben? Había dos curitas en Plaza Italia y toman un taxi. ‘Hasta la Plaza de Armas, por favor’. Y el chofer del dice ‘¿me voy por Monjitas?’. ‘Ya poh, nosotros ponemos el copete’. ¡No podí contar ese chiste! ¿No se lo vayas a contar, por favor!

“Sebastián, si vas a juntarte en una cumbre con Obama, ¡no podí contarle chistes de negros a Obama! No. Entre amigos, sí, pero a Obama no. No podí decirle ‘¿tú sabí por qué los negros tienes las palmas de las manos y la planta de los pies blancas? Porque cuando los pintaron, los pusieron así (se agacha y se apoya en las manos)’. ¿Y ustedes saben por qué los blancos tienen el hoyo negro? Porque el negro estaba recién pintado. ¡Piñera, eso no lo puedes contar! Eso no es el contexto.

“Sebastián, aquí presta mucha atención, Sebastián. Si vas a contar un chiste de feas, no puede estar la Cecilia Pérez ahí, porque se va a enojar. ¡Va a querer cerrar la UDI por siete días! No puedes.

“Si vas a contar un chiste de curaos, no puede estar Martín presente, porque le va a dar sed altiro. O sea, no podí contar el chiste de la Palmenia Pizarro. Había un curao que fue a ver el recital de la Palmenia Pizarro en el Caupolicán. Estaba lleno. Cuarenta años de éxitos. Entra, pero se queda dormido el curao. Y estaba en el último tema la Palmenia Pizarro. ‘Quiero que mi público me pida los temas’. La gente empieza a pedir los temas. ‘Mala Mujer’, ‘Ingrata’. ‘Traidora’. Y despierta el curado y grita: ‘¡Maraca conchetumadre!’. ¡Ese chiste, no! Sebastián, no lo vayas a contar. Por ningún motivo.

“Sebastián, si vas a juntarte con el Pastor Soto, no le podí contar un chiste a favor de los gays, porque te va a matar. ¡Te va a quemar a lo bonzo! No podí contarle el chiste de los dos colitas aburridos. ‘Ay amiga, ¿cómo estai?’. ‘No, estoy súper aburrido’. ‘¿Qué podemos hacer para sacar el aburrimiento?’. ‘Ya, juguemos a la adivinanza. Yo te cuento una adivinanza. Si tú adivinas, me lo metes a mí. Y si no adivinas, yo te lo pongo a ti, ¿ya?’. ‘Ya, ¡yo empiezo, yo empiezo! ¿Qué es un animal que tiene cuatro patas, anda arriba de los techos y hace miau?’. ‘El pingüino’. ‘¡Adivinaste!’ (realiza un gesto obsceno).

“Sebastián, si vas a juntarte con los animalistas, con gente de Greenpeace, no puedes contar chistes de animales. No se puede. Sería muy desubicado de tu parte. No podí contar ese chiste donde estaban todos los animales en una orgía, en el arca… ¿Lo cuento o no lo cuento? (‘¡Sí!’, grita el publico). Conste, ustedes quieren que lo cuente.

«Ya Sebastián, atento, anota. Estaban todos en el Arca de Noé, aburridos, y uno dice ‘¿hagamos una orgía?. Metámonos todos con todos. Que quede la cagá. Perpetuemos la especie’. Y al otro día todos despiertan cansados, moreteados por todas partes. Y le preguntan al conejito: ‘Conejito, cuenta tú, ¿cuál es tu experiencia?’. ‘No, me tocó con el puerco espín. Quedé todo clavado’. Después le tocó al chanchito. ‘Chanchito, ¿con quién te tocó?’. ‘Me tocó con el rinoceronte. Y el rinoceronte, ¡pum!, me clavó’. Y al final le preguntan al monito. ‘Monito, ¿tú cómo lo pasaste?’. ‘Me tocó con la jirafa (hace gesto de cansancio)… Que chúpame el poto, que bésame, que chúpame el poto, que bésame’. ¡No podí! ¡No! ¡Esos chistes por nada del mundo!

“Hasta aquí llega mi clase magistral, Sebastián. Y no te olvides: No es malo mandarse estas cagadas. Es un buen síntoma. Así mismo Donald Trump llegó a ser presidente… ¡Hablando puras weás!”.