Glamorama
Yamila Reyna en Mujeres Primero, y en una imagen junto su padre, fallecido en marzo en Argentina, publicada por el diario LUN. IMAGEN TOMADA DE PANTALLA / LA RED

El doloroso luto de Yamila Reyna

Autor: A. Cantuarias / 21 abril, 2017

La muerte de Sebastián, en marzo pasado, a los 63 años, puso de luto la escena musical argentina. El famoso cantautor transandino había estado internado en un hospital de Córdoba en enero. Fue dado de alta, pero sufrió una fuerte recaída, «con un punto de partida de infección a nivel de su vesícula, con focos múltiples”, según escribió el diario Clarín.

Una legión de seguidores de Sebastián lo lloraron. Pero para Yamila Reyna, hija de Daniel Humberto Reyna, verdadero nombre del artista, fue un golpe terrible que no puede superar

La actriz de la teleserie Ambar, que exhibió Mega, relató su inmensa pena en Mujeres Primero –MIRE AQUI EL VIDEO-. Contó además como su pololo, Daniel «Palomo» Valenzuela, ha estado fielmente a su lado durante este duro período:

Yamila Reyna: “Me pasa hasta el día de hoy que no quiero recordarlo o evito el tema. O si escucho la música, pido que la saquen. En Argentina me pasaba eso: Donde iba lo escuchaba y hablaban de él, porque fue tan querido allá, que yo quería irme de Argentina, por el recuerdo, las fotos, la voz, todo. Yo todavía no he visto fotos de él, por ejemplo. No puedo.

“Tengo a mamá en casa, que le mando un beso enorme, que ha sido un pilar gigante. Es muy doloroso y ella quiere hablar por ahí del tema y yo lo evito. Es porque es demasiado el dolor en el alma que se siente, porque uno no lo entiende, porque uno siempre escucha que los demás te dicen que se le murió un papá a un amigo. Dices ‘pucha, qué terrible, debe ser un dolor terrible’.

«Pero uno siempre piensa inocentemente que los papás nunca se van a morir. Sobre todo me pasaba que mi papá era una mole, él era un tipo fuertísimo. Siempre ante la vida se paró. Desde que tengo uso de razón mi papá fue un ejemplo de fortaleza, entonces, no entendía realmente que se podía ir. Y que se fue todavía no lo entiendo.

«Me he apoyado en mi madre, que le he pedido mil veces perdón, porque le digo ‘yo debiera ser la que te sostiene a vos’. De los tres, mi hermano, mi madre y yo, he sido la más devastada de todo esto. Porque tenía una relación con mi papá única. La verdad es que me apoyo en ella, me apoyo mucho en Daniel. Me apoyo en mis amigos y en Dios. De repente estoy muy enojada con Dios, de repente con mi papá, y lo puteo. Después lloro y me da pena, y así estoy. Así es que tengo que controlar todos los aspectos de mi vida, porque estoy así en todo.

«Tengo que trabajar. Me explicaba una amiga sicóloga que uno se sobre exige en este trabajo, porque uno tiene que tener linda la cara, con una sonrisa, hacer reír la gente en mi caso, y es muy difícil, porque tenés el alma destruida. Si fuese por uno, yo me escondería bajo la colcha y no saldría más. Pero sé que la vida no se trata de eso, sé que no es lo que mi papá hubiese querido»

Michael Roldán: “¿Cómo entra Daniel? Porque también debe ser complejo, porque muchos sicólogos dicen ‘hay que dejar que viva la pena’, tampoco tienes que invadir a la otra persona”

Reyna: “El rol de él también ha sido muy difícil, porque es hombre, porque le cuesta entender algunas cosas, porque ha sido incondicional y yo se lo agradezco y se lo voy a agradecer toda mi vida. Porque se sumó a un caos familiar gigante.

«Recién empezábamos a estar juntos y pasa esto. Viajó a Argentina y estuvo a mi lado y me contuvo. El velorio para mí ¡fue terrible! Fue muchísima gente, yo me sentí pasada a llevar por todo y la pasé mal. Y él estuvo ahí conteniéndome. El ha sido incondicional, ha sido un apoyo muy grande. Yo se lo digo: ‘Yo en tu lugar no sé qué haría’. Es como ¿qué le dices?, ¿cómo le hablas? Porque él de repente ‘¿cómo estás?’. ‘Mal’”

Roldán: “Es como tú lo dices, uno nunca lo va a entender”

Reyna: “Claro, ahí está el tema. Por más que te digan ‘yo me imagino’. ¡No! Es inimaginable el dolor que se siente. Entonces, el otro quiere estar ahí. De repente estás bien. De repente a la hora o al otro día estoy mal. Es como ‘¿qué hago?’. Yo lo dejo ser nomás, y también yo vivir mi proceso. No puedo arrastrar a todo el mundo”.