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Marcela Osorio reveló que fue secuestrada: «Le pedí que me violara, pero que no me matara»

Autor: admin_copesa / 9 octubre, 2014

Fue terrible. Marcela Osorio vivió un crudo y fuerte episodio en Europa. La actriz, de 50 años, estuvo radicada en Viejo Continente desde mediados de los 70. Primero en Barcelona, España, y luego se fue a vivir sola a Italia. En ese trayecto, pasó por Ginebra, Suiza, lugar en donde sufrió un secuestro que marcó su vida.

 

La rubia protagonista de la mítica película Sussi relató los hechos en Mentiras Verdaderas, de La Red. Este fue su relato:

 

Marcela Osorio: “Tengo uno (episodio) que es terrible, que viví en Ginebra. Esto fue, podríamos decir, un rapto. Un tipo me raptó como por diez horas, encerrada en un auto. Fue así como para película de terror”.

 

Jean Philippe Cretton: «¿Qué edad tenías?».

 

Osorio: “16, 17”.

 

Cretton: “O sea, cuando te fuiste de Barcelona a Italia”.

 

Osorio: “Sí, tenía muy poco tiempo en Italia que, justamente, fui a Ginebra porque necesitaba unos timbres de embajada chilena fuera de Italia para poder volver a ingresar, para obtener el permiso de estadía en Roma”.

 

Cretton: “¿Y qué pasó en ese rapto?”.

 

Osorio: “Terrible. No voy a contar, porque es muy penoso. Al principio este tipo se presentó como amigo que me iba a ayudar a llevar a un lugar, porque ingenuamente me acerqué y le pregunté ‘¿dónde está la calle?’, y dijo ‘ah, yo te llevo’. Cuando me dijo ‘yo te llevo’, yo pensé que me llevaba caminando, pero me dijo ‘sabes qué, en realidad queda al otro lado, y mi auto está aquí, te llevo en el auto’. Y yo, pava, dije ‘qué paleteado, buena onda’. Y de ahí nos metimos a una carretera y no salimos nunca más.

 

«Eran las 12 de la noche y yo seguía rogándole al tipo que, por favor, me dejara irme, que si quería me violara, pero que no me matara. Así. En realidad, pensé ‘¿qué es más terrible, que me viole o que me mate? Porque si me mata alguien, le importará, y si me viola, me va a importar a mí’. El tipo me podía haber tirado por la carretera y nadie me habría buscado y encontrado”.

 

Cretton: “¿El jugaba siquiátricamente contigo?”.

 

Osorio: “Terrible. Olvídate. El detalle no voy a contarlo, porque es…”.

 

Cretton: “¿Y cómo terminó eso?”.

 

Osorio: “Me agarró a patadas y, a las 12 de la noche, me llevó al mismo lugar que me había encontrado, después de haber viajado 300 kilómetros, 300 de ida, 300 de vuelta, y me agarró a patadas y me tiró al piso. Me bajó del auto. No sé qué le pasó en la cabeza. Se cabreó, se aburrió, se cansó de mí, de mi llanto, de mis gritos, de mis ruegos… Y entonces me tiró al piso. Ahí quedé, tirada2.


Cretton: “¿Quién te prestó ayuda después?”.


Osorio: “Mira, era un día domingo y yo me acerqué a él porque no tenía monedas para llamar de un teléfono público, porque venía llegando desde Italia, no traía monedas, tenía billetes, pero necesitaba ‘asencillar’ esos billetes para poder meterlos adentro del teléfono. Una cuestión estúpida total. Y todo estaba cerrado. La estación completa estaba cerrada y, en vez de haber consultado, o haber pedido a un anciano o una mujer monedas de cambio, al lado de la cabina le digo a este tipo, y él me dice ‘¿pero qué quieres?’. Le dije ‘tengo que ir a la casa de alguien que me está esperando en tal lugar’. ‘Ah, pero yo te acompaño’. Así fue. Así nació el cuento”.

 

Cretton: “Después de este viaje infernal, y él te patea y deja allí, ¿quién te ayuda, te recoge, te lleva a otro lugar?”.

 

Osorio: “Un taxista que vio cómo este tipo me pateó y me tiró al piso. No se acercó altiro, pero yo traté de rearmarme, sentarme, seguía llorando, y el tipo, que me miraba por el espejo retrovisor, se conmovió, y me llevó al lugar donde yo tenía que ir”.

 

Cretton: “¿Cómo se vive un proceso así, Marcela? Después de esas 10 horas infernales, ¿cómo te rearmas?”.

 

Osorio: “No sé. Yo imagino que esa gente que me hospedó, que era un par de chilenos, y una de ellas era sicóloga y quedaron espantados. No me dijeron ni una sola palabra. Y yo no paré de hablar en toda la noche. Me senté en el living, les conté, ‘fue esto, esto y esto’, y ellos se sintieron terriblemente culpables porque, en realidad, no había estado en la casa durante la tarde. Entonces, aunque este tipo me hubiera efectivamente llevado, aunque estaban avisados que llegaba y la hora, ellos tuvieron algo que hacer y no estuvieron en la casa, no los habría encontrado”.