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Los carretes dieciocheros más entonados de los famosos

Autor: admin_copesa / 22 septiembre, 2014

«Me prendí», dice Daniel «Huevo» Fuenzalida sobre ese 18 de Septiembre en que terminó disfrazado de Barney en la puerta de su casa, con su mujer furiosa y con el uslero en alto. Eran los días en que el Huevo era el Terminator de los pubs del Barrio Suecia y, además, animaba dos programas de trasnoche.

 

A las cuatro de la mañana quiso ir a servirse una cosita. Partió al Entre Negros, los cuarteles generales de Miguel Piñera. De ahí siguió a la discoteca Kmasú, donde la Tía Mane recibía con una artillería de roncolas y modelos faranduleras.

 

A las siete de la mañana El Huevo se fue a trabajar de nuevo. Al mediodía veía pajaritos en el aire. En un rincón de la pega había un traje de Barney botado. Lo tomó y manejó a su hogar con el disfraz puesto. «¡Mamá, mamá, vino Barney!», gritaba su hija, frente al dinosaurio medio mareado, que echaba humito por las narices, y la dueña de casa lista para el ataque.

 

José Miguel Viñuela recuerda que «me bajaron del escenario a punta de patá en la r…», para un Dieciocho por allá por los años ’90, en que estaba tan enfiestado que se creyó cantante y subió al escenario de las fondas de Concón, enfermo de catete y desafinado. Y Nacho Gutiérrez es tan amable, que aceptó todos los vasitos de chicha que le iban ofreciendo en el camino, que hizo a caballo, a las fondas de Putú, Constitución. «Terminé tan entonado y molido, que no me la pude ni para un pie de cueca», reconoce el animador.

 

A Eva Gómez, recién llegada desde la Sevilla de la Madre Patria, la llevaron a Temuco, parando de fonda en fonda, y asegura que esas empanadas y esas copitas medio fuertonas «las guardo hasta el día de hoy en mi corazón». Lucía López relata que su mamá la vestía «de china» sagradamente, todas las Fiestas Patrias. Jordi Castell le ofreció una tragos en vaso de plástico a los militares que lo detuvieron camino a una fiesta viñamarina. Y para Ernesto Belloni esta es fecha bendita, porque para un 18 de Septiembre, hace 30 años, se inspiró para crear su personaje «Che Copete».

 

Belloni no tenía ni uno. Paseaba por las ramadas del Estadio Nacional mirando nomás, porque no le alcanzaba ni para anticuchos. Se detuvo frente a una fonda donde el animador, muy compuesto, invitaba a entrar. A la hora y media Ernesto volvió y el conductor estaba con la corbata en el suelo y todo chascón. A la tercera pasada, «el gallo ya estaba con la camisa afuera, gritando a garabato limpio y haciendo pipí bajo el escenario», señala el comediante, desclasificando la historia del nacimiento de «Ché Copete».

 

Para gente como Francini Amaral, el mejor 18 es uno que pasó mirando la luna llena en San Pedro de Atacama. Y para otros, como Rafael Araneda, es una maldición, porque justo está de cumpleaños el mismo 18. Sus amigos nunca están para celebrarlo e, incluso, lo ha pasado en un avión, por temas laborales. Por eso no hay «tiqui-tiqui-tí» para el pobre Tío Conductor.